sábado, 9 de mayo de 2009

PALABRAS SÓLO PALABRAS (versión recalentado)

Me encuentro en proceso de depuración tanto interno como externo o como en buen chapín se dice "estoy barriendo la casa", así que he decidido incluir, con el perdón de quien ya lo haya leído, un antiguo post publicado el año pasado en un blog del cual también soy autor. Dicho post lo presento como un recalentado que seguramente ayudará a satisfacer el objetivo que busco para este espacio:

Palabras sólo palabras.
Hace algún tiempo tuve una típica conversación que comienza de forma absurda y termina en temas como la posibilidad de que las primeras horas de la madrugada puedan ayudar a conseguir la trascendencia del espíritu, y como una cosa lleva a la otra, se tocó el punto relativo a que el lenguaje tiene mucho que ver respecto al crecimiento o encogimiento espiritual del individuo, aspecto que se vio reforzado por la percepción de que nuestras palabras (en ese momento) poco a poco fueron perdiendo su lógica a tal punto que ya no las escuchábamos sino que las leíamos en una hermosa letra caligráfica sobre una hoja hecha por las vibraciones del sonido: “Las palabras castran y mutilan ideas, el lenguaje apenas si alcanza para describir lo sentimientos, las emociones, la verdad. ¿En qué momento los seres humanos decidimos ser tan sofisticados y soberbios olvidando el universal gruñido, por sutilezas como la diferencia entre sólo y solo?”... “si el hombre sigue comunicándose artificialmente se convertirá en el ser más insensible, pedante y estúpido sobre la faz de la tierra”. Y las palabras siguieron fluyendo como la inhalación de un cigarrillo sin canuto, directo hacia el paraje en que la mente no tenía retorno, hasta el punto en que daba miedo la carraspera en la garganta y ya nada importaba porque la sangre temblaba frente al peso de las obligaciones que recordaban que se vive y que quien no se mueve no come, no fuma, no bebe y sobre todo no siente. Otra bocanada de ideas, los efectos de la madrugada siguieron mitigando la insatisfacción: “Por qué no reducir nuestro lenguaje, tal como lo hizo en algún momento de la historia un pueblo, tal vez era el pueblo original, a un simple, llano y bello "inje-inje". Qué hermoso sería volver a ese estado de semi-dioses, donde el hombre conocía tan bien su propio espíritu y el del prójimo que sólo necesitaba modular su inje-inje para decir cosas hermosas como Amor-Dios, padre-madre, hombre-mujer (uniendo así palabras que jamás debieron de haber sido separadas). Estoy seguro que en esa época no podían existir las mentiras ni las hipocresías, ni los odios ni resentimientos, ni las conferencias jurídicas ni literarias, en ese tiempo no importaba la ausencia de palabras como átomo, gluón, quark, blóson, nalga, porque el lenguaje se manejaba a nivel del alma, y el ser humano era el medio por el cual el bing bang emitía su melodía más hermosa: la vida”.

Después de una tremenda goma moral, del recuento de daños en el bolsillo, raspones en los pómulos, codos y rodillas, provocados por el exceso de ideas nocturnas y de tan peculiar conversación, he comprendido que los seres humanos nos hemos desviado tanto del verdadero poder de la palabra que diariamente tratamos de diluir su fuerza con más palabras y recovecos (lingüísticos, gramaticales, etc.), olvidando que hacer más complicado el lenguaje no significa convertirlo en algo más bello o definitivo, prueba de ello es que cuando se escribió el Ramayana no existían tantas palabras como ahora, los haikus japoneses son formas de expresión muy cortas con un significado infinito; o incluso no es necesario hacer uso de muchas palabras para resolver asuntos trascendentales como cuando una mujer con el más tierno y dulce beso en la frente dice “te quiero…” o cuando con una intensa mirada se pone en evidencia el disgusto frente a determinada situación.

Las palabras complicadas no mejoran la realidad de sus locutores, sino al revés, lo alejan más y más con cada sílaba del resto de los seres humanos, porque el exceso de palabras no es sinónimo de sensibilidad humana. Quien complica el lenguaje es una persona que se considera minoría superior, postura absurda, porque quien no se hace comprender por los demás es menos que animal ya que ha perdido la capacidad de comunicarse y relacionarse con el prójimo.

La forma estética de las palabras es importante no lo niego ni me contradigo con esto, de lo contrario negaría la belleza de los poemas, de las letras de las canciones, etc., sin embargo, considero que lo que debe predominar es el fondo de lo que se quiere decir, la palabra debe volver a su estado original, es decir, ser un enlace entre lo que queremos, pensamos y hacemos, sin trampas ni atajos en su forma más simple y universal hasta llegar nuevamente al estado divino del “inje-inje”.

"En el principio era el verbo,
y el Verbo era con Dios,
y el Verbo era Dios”Juan 1, 1


Espero que este recalentado haya satisfecho el gusto de quien lo haya leído. Hasta la próxima.

EL CICLO DE LA VIDA

Durante toda mi vida escolar, con una complejidad que iba aumentando conforme los años, llevé el curso de Ciencias Naturales. Dentro del contenido de ese curso, que por cierto era uno de mis preferidos, se repetía como una especie de prólogo el tema “El Ciclo de la Vida”, el cual se reducía, con más o menos páginas, a repetir la letanía de que todo ser vivo innegablemente se encuentra sujeto a la ley de la vida que comprende cuatro momentos esenciales: nacer, crecer, reproducirse y morir. Como consecuencia de ese planteamiento tan lineal (pese a que hace referencia a un ciclo) de la existencia, todos los que crecimos con esa idea diseñamos también para nosotros un destino totalmente predecible con uno u otro agregado: nacer sanos, crecer adecuadamente, profesionalizarse, trabajar, ir a la Iglesia, reproducirse con el mejor espécimen posible, enriquecerse obscenamente, y por último, morir en el olvido. Ahora que lo pienso los libros de texto de Ciencias Naturales a través de su famoso “El Ciclo de la Vida” nos han llevado a ser un perfecto pequeño burgués con aspiraciones y destino perfectamente predecibles.

Lo anterior desde un punto de vista práctico resulta muy lógico, más no así evidente, al menos para mí no lo fue sino hasta hace poco, al darme cuenta que el destino lineal y/o burgués no va conmigo pese a que durante toda mi vida he seguido el camino que me ha señalado: nací sano, crecí más o menos bien, tengo una profesión liberal, trabajo en el campo para el cual estudie, tengo creencias espirituales…. bueno hasta ahí he llegado. Darme cuenta de ese destino o ciclo de vida prediseñado en mí, ha perturbado de manera inimaginable la concepción de mi existencia y libertad para elegir lo que quiero, porque he tomado decisiones y caminos que probablemente nos los hubiera elegido si no hubiese tenido una concepción tan lineal de la vida (buscar una buena posición social, uno o dos hijos, amorosa esposa que espere todos los días mi retorno al hogar), es decir he estado transitando el camino fácil y directo hacia el fin último del hombre del siglo XXI: ser enterrado en vida en un ataúd de oro y estabilidad. Seguramente, si las perspectivas de la vida se me hubiesen presentado más amplias no estaría debiendo frente a la vida la factura que de vez en vez me presenta cuando siento que todo lo que hago carece de algún tipo de trascendencia, ¿las demás personas también tendrán esta sensación?.

A partir de hoy, hago una promesa: crearé mis propias paradojas y destino sin necesidad de libro de Ciencias Naturales alguno.

IDENTIDAD

¿Por qué escribir?, por necesidad de expresarse, inquietud por crear universos propios, adquirir un poco de renombre en un país “en vías de desarrollo”, por matar el aburrimiento…¡no!, todo esto es falsedad, escribo porque quiero encontrar mi IDENTIDAD.

La palabra identidad está de moda en los medios de comunicación y en infinidad de publicaciones que tratan sobre las ciencias sociales. Se habla de identidad sexual, identidad de género, identidad cultural, y un infinito etcétera, sin embargo, esto para mí no tuvo más sentido que el de opinar que esta palabra y su diversidad de apellidos es algo vacío y de moda pasajera dentro de los círculos izquierdistas y de los que fingen serlo.

Hace algunos días, por un azar del destino o una predisposición divina o un simple eco de tanta bulla mental mientras transcurre una interminable jornada de trabajo matutina, tuve una pregunta un poco atípica y sorpresiva, ¿cuál es el verdadero significado de la palabra identidad, no enfocada desde el punto de vista externo o de grupo, es decir social, sino vista como algo que pertenece a mí y sólo a mí?, pregunta que resultó bastante inesperada plateármela porque yo, no pertenezco a ningún círculo de intelectuales sociales ni nada por el estilo, sin embargo decidí afrontar esa duda y consulté unos cuantos diccionarios en línea respecto al significado de la palabra identidad (como si leyendo pudiese encontrar algo cercano a la verdad), y comprendí que puede ser considerada como el conjunto de características de un objeto o sujeto que lo hacen único frente a los demás; concepto mental que me arrojó a una nueva espiral sin principio ni fin concreto, ¿cuál es mi identidad como ser humano? o mejor dicho ¿qué hace que realmente sea yo y sólo yo?.

Hacerme este tipo de preguntas es algo básico, diría algún listillo filósofo, pero para mí no lo es, porque estoy hablando de encontrar el punto vital de mis acciones y mi destino como ser humano fuera de los libros e influencia de los demás; hacerme la pregunta, en este momento de mi vida, respecto a mi identidad, plantea la aventura más grande que he emprendido, una experiencia que va más a allá de lo espiritual o intelectual que abarca lo físico, lo orgánico y por que no, lo divino.

Comienza la tarea más inútil y personal que pueda emprender: ser yo y sólo yo en este mundo habitado por miles de millones de personas.